(SOBRE)VIVIENDO TIJUANA

 

I.

Sucede una vez más. Lo veo en vivo y  en directo. Como si Tijuana entera fuera un parque temático y no hubiera otra cosa que hacer que aceptar el ride, sentarse en el asiento trasero de un taxi y observar por la ventana nuestro fracaso como desmadrado estandarte posmoderno. 

Sentirse  (in)seguro, sí. Las patrullas sitiando otra zona comercial-escolar, el insistente ulular de las ambulancias, decenas de agentes armados e inquietos, los curiosos que comentan sin saber que pasa en realidad. Ver todo como una representación de sangre y plomo, sin imaginar como, ahora mismo, se desvanece la falsa ilusión de que esto es ellos vs ellos, un conflicto que aún no nos toca ni se acercará a nuestras zonas de confort.

Nadie quiere imaginar siquiera que lo que (mal) vivimos es una movie gore, de esas que pasan el weekend a las 3 am, que sacudirá algo más que el miedo clasemediero y el conformismo social que nos acompañó  los últimos 20 años. 

«Esta situación es ya insoportable», escuchamos decir al responsable de una popular radio tribuna local.  Lo mismo piensa el ama de casa que, como la esposa del Reverendo Alegría en los Simpsons, pide que alguien piense en los niños mientras se baja consternada del taxi en una de las tantas zonas ´blindadas´.  Que Dios los protega, alcanza a decirnos.

Diás más tarde, camino a la cena de Acción de gracias, un amigo señala un rincón solitario, a la vuelta de la casa de sus padres,  externando con cierta distancia televisiva: ¨Ahí dejaron a tres encobijados¨.

Sí, es duro aceptarlo: la city is a violent playground (Nitzer Ebb dixit).

II.

Este año he visto hasta lo inimaginable a través de los medios: una cadena de crímenes asquerosos en close-ups obscenos para saciar el morbo y dejarnos perplejos, la saña y la crueldad de la tragedia post-humana,  el up-date imparable de vidas convertidas en simple estadísticas. Un torrente sangriento.

La prensa abandona cualquier  ética en pos de ese segmento de mercado que devora la nota roja con ansiedad de fiera. Su regordeo en la violencia y la espectacularización del temor ciudadano parece ser la consigna bajo la que se esconde tanto un tufo moralino como una tabla de salvación económica. Algún día los tijuanenses les cobraremos caro su despreciable contribución a la sicosis actual.

Frente eso, son mejor opción los blogs para saber los lugares a evitar, algunas  claves que revelan comportamientos del enemigo invisible presente ya en todo sitio, las anomalías del sistema judicial, detalles que la prensa calla, los recovecos de la podredumbre que, con nuestra apatía y cierto relativismo ad-hoc, dejamos crecer. También están ahí los que piensan que «es difícil quedarte callado cuando pega tan cerca de casa. Difícil cuando ya es un modus vivendi».  Esos que escribenpor los que no están, por sus desaparecidos. 
 

III.

Tijuana no es Ciudad Gótica, aquí no hay superhéroes que respondan nuestro llamado ni autoridades competentes que atiendan nuestro reclamo. ¿Qué se puede hacer en una ciudad que se devora a sí misma? ¿Escribir un JAcusse pos-everything que señale la impunidad criminal, la corrupción policíaca y un Estado rebasado por su ineficacia y falta de estrategias para atacar a una y controlar a la otra? ¿Hacer un recuento de nuestro alicaído sistema de valores y su impacto en la descomposición social, los ideales de la Juventud Desechable y su liga con el consumismo y el desencanto generalizado? ¿Encomendar a Tijuana a algún poder supremo sin importar cuál sea este?

¿Servirá de algo explicar a la ciudadanía las teorías que abordan el miedo como factor de control, las cadenas de oración, la importancia de una vida y el trabajo honesto, la participación política, las marchas solidarias y las protestas puntuales? ¿O haremos de los sinaloenses el blanco perfecto de ataques por «encarnar»  en el imaginario fronterizo el mal llamado narco-cultura?  Tijuana no era así.


IV.

2008 será recordado como un año terrible: los más de 700 muertos y una serie de imágenes de exacerbado dramatismo (aquellos niños de kinder y la balacera que le dio la vuelta al mundo, la carta despedida de  Aiko Enriquez Nishikawa, los testimonios escuchados en las marchas por la paz y la seguridad, los motines en la Penitenciaría). Demasiadas cosas, demasiadas.

Terrible? Sí, pero como dicen nuestros vecinos: Life goes on.


V.

Soy parte de una generación que creció favorecida por el progreso y ese feeling care-free enarbolado por la city desde su origen, que defiende a ultranza la noche tijuanense como válvula de escape frente a una implosión de violencia que antes era selectiva y que  ahora es una especie de lotería de la muerte.

Tijuana es nuestro hogar, nuestras raíces fronterizas, nuestra red de amigos, nuestro trabajo y nuestros sueños. Como tantos que salen cada mañana a enfrentar esa incertidumbre y agitación de la caída de un capitalismo feroz, puedo decir esto: no tengo miedo, no quiero tener miedo, me rehuso a tener miedo.

Una última cosa: si perdemos Tijuana, México se queda sin futuro

*Este texto aparecerá, si no sucede nada que lo impida, el próximo sábado 13 de diciembre en el suple Laberinto del diario Milenio. 

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6 comentarios

  1. Te mando saludos, tu texto me dejo pensando e imaginando lo que era Tijuana y en lo podria convertirse, podria decirse que esta la moneda en el aire, esperando si cae aguila (un futuro peor al de ahorita) o sol (un futuro mas «esperanzador»).

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  2. uy, carnal, el pedo es que tijuana no es el único lugar donde las cosas están color de hormiga. obvio. claro que jamás podremos comparar lo que sucede en tj con el resto del país. tijuana es tijuana. el caso es que por mi tierra, la vida era tan tranquila como en cualquier pueblo de méxico; sin embargo, como bien mencionas, todo ha cambiado. asi de tranquilo como era -dejame presumir- este rancho es cuna de los más desalmados capos, tierra de nadie, cuna de verdaderos alacranes (y estos sí vuelan), en fin. la sierra es un verdadero lugar sin ley, así como en las películas de vaqueros, supongo que la mayoría de las poblaciones municipales estancadas en lugares como la serranía, así son. el caso es que aquí matan, cortan cabezas, destazan, violan, secuestran, prostituyen, roban, etc…y nadie sabe nada. todo se lo tragan los medios, lo engullen y se callan. comer mierda sin hacer gestos ya no es asunto de políticos, se ha vuelto algo cotidiano. en fin, bro, sólo me quería liberar. tu post me ayudó. buena terapia es bloguear. salute, vato!

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  3. uy, carnal, el pedo es que tijuana no es el único lugar donde las cosas están color de hormiga. obvio. claro que jamás podremos comparar lo que sucede en tj con el resto del país. tijuana es tijuana. el caso es que por mi tierra, la vida era tan tranquila como en cualquier pueblo de méxico, sin embargo, como bien mencionas, todo ha cambiado. asi de tranquilo como era -dejame presumir- este rancho, ha sido cuna de los más desalmados capos, tierra de nadie, cuna de verdaderos alacranes (y estos sí vuelan), en fin. la sierra es un lugar sin ley. así como en las películas de vaqueros, supongo. el caso es que aquí matan, cortan cabezas, destazan, violan, secuestran, prostituyen, roban, etc…y nadie sabe nada, mucho menos dicen. todo se lo tragan los medios, lo engullen y se callan. comer mierda sin hacer gestos ya no es asunto de políticos, se ha vuelto algo cotidiano. ahora todos sabemos lo que eso es. en fin, bro, sólo me quería liberar. tu post me ayudó. buena terapia es bloguear. salute, vato!

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  4. Pienso que no pudo haber sido dicho de mejor forma Rafa. Saludos y Abrazos.. nos vemos en las calles de Tijuana, sin miedo.

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  5. El cierre del post revela el espíritu tijuanense, el de las entrañas de la ciudad.
    Así, se explica cómo las raíces de la ciudad nos procesan. Atravesamos la ciudad y la configuramos. La ciudad nos diseña como individuos.
    ¿Cómo no identificarse en la ciudad y rechazar su caída?.

    Un gran salute, Rafa.

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  6. 842 muertes violentas registradas hasta la 1 de la tarde del 30 de diciembre, dijo Said Betanzos… entre otros muchos motivos que lo originan, será porque ya casi somos 3 millones de habitantes? Será -además de los «ajustes» del narco- porque ya somos tantos que hay muchos de todo? Psicópatas armados? Psicópatas impunes? Psicópatas celosos? Psicópatas con ácidos para desintegrar cadáveres (o vivos)? Psicópatas policiacos? Psicópatas con hachas, machetes y sierras para decapitar? Será?

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    Aquí nos encontramos los que escupimos y cupimos, los que dejan abierta la puerta y sonríen como farolitos. What’s happen now? [sic] Alguien tenía que poner on-line el cruel circo de anuncios fortuitos. Detonar la bomba, porque sí y porque ya no hay tiempo para agobiarse, la pena ajena nunca fue un pretexto, tan sólo un yield de liga intertextual. Una falsa esperanza. Cómplices, cercados, envueltos en celofán y cristal, arropados por la inconsciencia, bendecidos por el alcohol y esa cosa siniestra [voluntad propia]. ¿Vamos a explotar o qué? Necesitamos algo más que inseguridad, necesitamos dinamitar la ciudad. (Ubertrip, Moho 2003)


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